Viaje a las capitales bálticas: Lituania-Letonia-Estonia (I)
Días 1 y 2
De ahí pasamos por la plaza donde se sitúa el Ayuntamiento o Vilniaus Rotušė, un edificio de fachada neoclásica que por dentro no tiene mucho que ver, pero que merece la pena acercarse por el ambientillo que se forma allí en torno a la fuente. Además, de ahí parte la turística calle Pilies Gatvé (la más antigua de la ciudad) que está llena de restaurantes y cafés donde tomar algo.
Un buen sitio para probar la contundente comida típica lituana es el Etno Dvaras, muy turístico (no os voy a engañar), pero interesante en cuanto a decoración y precios y en plena calle Pilies (Recuerda un poco al Olde Hansa de Tallin).
En 2008, un grupo de artistas tuvo la idea de revivir la calle y decorarla con obras de arte relacionadas con la literatura. Hay una pared en la calle donde los pintores y otros artistas de campo crearon placas u objetos pequeños hechos de metal, madera, vidrio, etc, que merece la pena visitar.
Lo bueno de esta ciudad es que al ser pequeña, todas las cosas importantes que ver están muy cerca, así que a pocos pasos nos encontramos con la Onos Bažnyčia (iglesia de Santa Ana), con su bonita fachada de estilo gótico flamígero. Pegada a ella se halla la Bernardinų Bažnyčios, y detrás de ambas se encuentra el Parque Bernardine, perfecto para pasear o descansar un rato entre fuentes, arboledas e incluso un río.
Continuamos por la Colina de Gediminas (nombre de un célebre Gran Duque de Lituania), el ascenso se puede hacer a pie o en funicular, y como no es muy exigente os recomendamos la primera opción(además, así hacéis hueco para la contundente comida lituana). En la cima se encuentra la Torre Gediminas, que formó parte del antiguo castillo, aunque lo mejor son las vistas.
Al pie de la colina se encuentran el Museo Nacional y la Catedral de Vilnius, cuya plaza me parece la más bonita de la ciudad y donde se celebran conciertos, eventos especiales, fiestas y presentaciones de las fuerzas armadas lituanas. Podéis comprar las entradas aquí a partir de 4,50€. Al igual que la plaza del ayuntamiento hay mucho ambiente, aquí se reúnen ciclistas, patinadores o simplemente transeúntes en un día agradable.
Entre la Catedral y el campanario hay una baldosa granate en la plaza que está decorada con la palabra «stebuklas» (milagro). Dicen que para hacer realidad un deseo se debe parar sobre la baldosa, pedir el deseo y girar 360 grados ¿funcionará? nosotros por si acaso hemos probado…
Nuestro siguiente destino no tan agradable, puesto que es un lugar que ha sido testigo de los horrores del Régimen Soviético: el Museo de las Víctimas del Genocidio ( o popularmente Museo de la KGB). Allí se encuentran la antigua prisión de la KGB donde se torturaba a los presos en busca de información, las dependencias donde se dictaban las condenas a muerte y exposiciones varias sobre aquella época.
Y para suavizar un poco la visita y os gustan los gatos, al lado se encuentra el Kačių Kavinė, un cat café donde podréis tomar algo en compañía de felinos. Nosotros lo encontramos cerrado, pero vivimos la experiencia en Madrid, podéis leerla aquí y descubrir más acerca del tema. Paseando por la calle Vilniaus (zona financiera) vimos una escultura que llama la atención, se llama Lucky Belly (barriga de la suerte), que como su propio nombre indica es una gran barriga «de buda» hecha en bronce y en cuya placa se anima a los transeúntes a que la froten para obtener éxito en los negocios.
De vuelta a casa pasamos por el Ghetto de Vilna, un gueto judío dividido en dos partes que existió durante la ocupación nazi. La mayoría de ellos (unas 55.000 personas) acabarían siendo asesinados en los bosques cercanos. Hoy podemos encontrar un cartel conmemorativo en el lugar que ocupaba la antigua sinagoga.
Al día siguiente aprovechamos para ver el resto de la ciudad, comenzando con una caminata al Cementerio de Rasos, el más antiguo de la ciudad. Está dividido en dos partes: el antiguo y el nuevo cementerio, separados por una calle llamada Sukilėliai. Es muy tranquilo y bonito, y en él se encuentran los restos de los soldados polacos combatientes en la Guerra Mundial, al igual que algunos de los personajes más importantes de Lituania.
Y después llegamos a la curiosa República de Užupis, un pequeño barrio que se proclamó «independiente» en 1997 y tiene su propia bandera, moneda y hasta un ejército de unas 12 personas. El barrio en sí no tiene nada fuera de lo común pero podéis pasar por la calle Paupio, donde se muestra su Constitución en múltiples idiomas (en español también está 😉 ). Entre los graciosos artículos se incluye el derecho de los perros a comportarse como tales o que todos tienen derecho a morir, pero no es su obligación.
El monumento más notable es el Ángel de Užupis, erigido en 2002 y que simboliza el renacimiento y la libertad artística del distrito.
Cerca de allí nos encontramos con el Bastion Hill, parte del muro defensivo de la ciudad o «barbacana», construcción que hemos visto en otros países del Este como Polonia. Fue construido en la primera mitad del s. XVII y severamente dañado durante las guerras con Moscú a mediados del mismo siglo. Durante las dos Guerras Mundiales los arsenales militares alemanes se ubicaron en el edificio.
Cruzando el río nos encontramos con la zona más moderna de Vilnius, con grandes edificios y centros comerciales. En la rotonda que hay entre la avenida Konstitucijos y la calle Geležinio vilko se encuentra una gran obra de arte llamada The Road of Freedom («El camino de la libertad»). Con 60m de largo y 20.000 ladrillos esta escultura conmemora el vigésimo aniversario de la restauración del Estado de Lituania e invita a todos los residentes del país y a los patriotas de Lituania a continuar por el camino de la libertad y la solidaridad.
Es una creación colectiva: todos pueden contribuir al proyecto y obtener un ladrillo especial que se colocará en la escultura. Cada ladrillo será en los colores de la bandera de Lituania y el nombre de la persona que ha contribuido a la escultura se sellará en cada ladrillo.
Días 3 y 4
Muy cerca de allí está la Torre de la Pólvora (si habéis estado en Praga el nombre os resultará familiar), que data del s. XIV y formó parte de un conjunto de 18 torres que llegó a tener la muralla. La construcción sirvió como mirador, sala de armas, cárcel e incluso de cámara de tortura, y actualmente alberga el Museo de la Guerra de Letonia, en donde se exponen colecciones sobre las diversas guerras que han sacudido al país a lo largo de su historia.
Paralela al parque se encuentra la calle Raina Bulvaris, conocida también como la calle de las embajadas. Muy cerca de allí descubriremos el conocido como barrio Art Nouveau, Jügendstils o Modernista. Son más de 800 edificios modernistas, una tercera parte del centro, lo que la convierte en la ciudad que más construcciones tiene de este estilo en el mundo. Motivos florales, bestias mitológicas, máscaras y musas dramáticas, dioses clásicos humanizados, duendes, medusas… todo este mundo fantástico se nos muestra en las fachadas de dichos edificios, a cada cual más bonita.
Otra calle famosa es Mazā Pils, donde nos toparemos con las famosas Tris Brali (los tres Hermanos), los edificios de viviendas más antiguos de la ciudad, construidos en los siglos XV, XVII y XVIII. Como su propio nombre indica, se trata de tres casas anexas aunque de estilos diferentes (gótico y renacentista, manierista y barroco) que están conectados por su interior.
En la calle Skārņu, entre la iglesia de San Pedro y el patio del convento se encuentra una escultura que a los que tenemos ya unos años nos resulta familiar: un burro, un perro, un gato y un gallo apoyados en la espalda del otro, o lo que es lo mismo, los Músicos de Bremen. La escultura se basa en un cuento de hadas de los hermanos Grimm, pero con un subtexto político, ya que se inspiró en la perestroika de Mijaíl Gorbachov. Es un enfoque cómico hacia los estereotipos políticos anteriores, una visión irónica de la independencia repentina.
Otro edificio destacable es la Catedral de la Natividad de Cristo, la mayor iglesia ortodoxa de la ciudad. Se terminó de construir en 1884 y era famosa por sus frescos y su colección de iconos, aunque a principios de los años 1960 las autoridades soviéticas cerraron la catedral, serraron los crucifijos y refundieron las campanas, convirtiéndola en un planetario llamado la Casa de la Sabiduría de la República. Actualmente el edificio vuelve a funcionar como iglesia y tiene servicios ortodoxos regulares.
La casa del gato (Kaķu nams) es un edificio situado en el casco antiguo en 1909 que presenta una mezcla de estilo de arquitectura medieval con algunos elementos de Art Nouveau. Es conocido por las dos esculturas de gato con espaldas arqueadas y colas levantadas en su techo. Su historia tiene dos versiones: una dice que al comerciante que encargó el edificio se le negó la pertenencia al gremio de comerciantes de Riga conocido como el Gran Gremio.
La otra dice que el rico comerciante colocó las dos estatuas de gatos de aspecto enojado con sus colas hacia el Ayuntamiento de Riga, tras una disputa con él, ya que en ese momento estaba en la misma dirección que el Gran Gremio, sea cual fuere, la verdad es que el edificio es bien curioso y digno de tomarle al menos unas fotografías.
En la orilla izquierda del Daugava se alza un edificio extraordinario: el Castle of Light, la nueva Biblioteca Nacional. Alberga un moderno centro de información y un amplio espacio para eventos culturales y sociales, ofrece salas de lectura multitemáticas y acceso a libros raros además del material impreso habitual. También cuenta con un restaurante, cafetería, wifi y una espléndida vista panorámica del casco antiguo.
Si hay algo que he aprendido a valorar con los años son las vistas de las ciudades desde las alturas. En esta ocasión nos subimos a la planta 26 del Radisson Blu Skyline Bar a dar cuenta de una buena ( y algo cara) cerveza. No es imprescindible sentarse en las mesas y tomar algo, si os quedáis mirando un rato por la cristalera nadie os va a decir nada, pero las vistas se disfrutan mejor de modo relajado, y qué demonios ¡estamos de vacaciones!!
Un poco más adelante está el monumento a la Libertad, construido en honor a los soldados que murieron durante la Guerra de Independencia de Letonia. La estatua situada en la parte superior del monumento levanta tres estrellas que representan a las regiones culturales de Letonia es apodada Milda por los habitantes de la ciudad, un nombre femenino letón popular durante el periodo de entreguerras. Se puede decir que es el equivalente letón de la Marianne francesa.
Otro barrio interesante y poco turístico se encuentra en la calle Kalnciema, donde destacan sus antiguos edificios de madera del siglo XIX. Éstos se ubican alrededor de un gran patio y se utilizan como locales sociales en los que hay música, gastronomía, conciertos, exposiciones de arte, talleres y tiendas de artesanía. Recuerda un poco al desaparecido Tacheles en Berlín o a Christiania en Copenhague.
Como apunte interesante hay que decir que el 24 de junio es fiesta nacional y el transporte público es gratis todo el día y se monta un gran festival con conciertos, puestos de comida y mucho ambiente en general a las orillas del río.
Después de visitar la ciudad nos dirigimos hacia la naturaleza, concretamente al Valle del Gauja, un área boscosa de increíble belleza que se extiende a lo largo del río del mismo nombre. Como no disponíamos de mucho tiempo, hicimos la ruta circular que pasa por los dos castillos de Sigulda, la Cueva Gutmanis y el Castillo de Turaida. (Unos 5 kilómetros caminando).
Comenzamos en Sigulda, visitando las ruinas del Viejo Castillo, una fortaleza medieval del s.XIII construida por una orden monástica que cristianizó el país. A escasos metros encontramos el Castillo Nuevo, una mansión neogótica del siglo XIX convertida hoy en balneario con cafetería al que se accede a través de un precioso jardín.
Continuando la ruta se encuentra la Cueva Gutmanis, que es la mayor cueva del Báltico con 12 m de anchura y 10 m de altura. A mí personalmente me pareció bastante normalita en comparación con otras en las que he estado, pero aún así hay que verla.
En este lugar nació la leyenda letona de la Rosa de Turaida, que así a modo resumen rápido era donde tenían lugar los encuentros amorosos de una pareja de jóvenes, hasta que un día apareció un soldado con intención de violar a la bella joven, prefiriendo ésta que la matase a perder su honra. A partir de ahí y desde el s.XVII, las parejas (y otros visitantes en general) han ido dejando inscripciones, firmas y dibujos en sus paredes, siendo las más antiguas las de la derecha.
Desde Sigulda cruzamos el río para llegar al castillo de Turaida, una construcción medieval del s. XIII que cuenta con unas increíbles vistas del valle. A lo largo de sus 42 hectáreas se encuentran 39 edificios y construcciones históricas, sendas de paseo, esculturas, exposiciones, etc., que lo han convertido en el museo más visitado de Letonia.
Y desde aquí continuaremos nuestro viaje hacia el norte, siendo nuestra siguiente parada: Tallinn, la bonita capital de Estonia.
Rocío
Muchas gracias Patricia, perdona que no te haya contestado antes pero estaba de viaje!! una nueva aventura que sumar al blog 😉
Si necesitas alguna información no dudes en contactarme.
Saludos
Patricia
Muchas Gracias por tu relato, me está sirviendo de mucho para planificar un viaje por estas tierras en verano.
Hills To Heels
Rocío me encantaron las fotos y también toda la info del recorrido, super organizado para un roadtrip con los principales puntos. Los países bálticos son un lugar en el mundo que me tienta mucho conocer -así como los famosos «stan» que dejó la ex URSS, y su famoso tren transiberiano- por lo que espero en los próximos años poder experimentar en carne propia esas experiencias que contás. Tu posteo será de gran ayuda, me lo guardé en favoritos.
Rocío
Qué bien que te gustase el post Cari, a veces pienso que me paso escribiendo tanto texto jajaja En breves saldrá la segunda parte del viaje, demasiado largo para ponerlo todo de una vez, así que espero que te sirva cuando hagas tu viaje!!
Saludos